jueves, 27 de enero de 2011

La niebla


Tengo miedo de que al salir de esta interminable niebla esté esperando oscura la tarde. Tengo miedo de que el silencio que tanto me asusta a través de esta nube densa, blanda y sucia, se disuelva en el claxon de un automóvil de faros amarillentos.
De nuevo me refugiaré en el ladrido de los perros, porque al menos es la constatación de que otros tienen el mismo miedo, de que no estoy solo. El perro advierte de algo, aunque su voz no sea escuchada por nadie. Todo cambia a nuestro alrededor y nadie se inmuta, como si todo fuese correctamente comprensible y normal.
Pero el ladrido violento de los coches de faros amarillos sigue insistiendo en ser una señal de que más adelante hay una tarde oscura y lenta.
Otro día más que camino abrigado y protegido, consumiendo la angustia que me da la vida.

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