jueves, 20 de enero de 2011

No queda tanto tiempo


Luis está gordo, es un chico gordo, y a su edad eso no se permite. Camina rápido mientras va desandando su ruta hacia el instituto. Va a decir que ha olvidado algo. No ha olvidado nada, lo sabe todo el mundo. Es solo que hoy tampoco se atreve a entrar en la clase, a salir al patio.
En casa está tranquilo, pero no está feliz.
Su madre que lo besa, que lo abraza, que lo acaricia, que lo quiere. Pero no se puede vivir solo con el amor de una madre. Se necesita también no ser mirado, no ser comentado.
Luis ha pensado muchas veces cómo será la vida de los que no están gordos. Y llora hoy también mientras vuelve a su casa con sentimiento de derrota y fracaso porque no ha podido entrar en la clase o salir al patio.
Mientras cruza el puente, el alto puente de diseño tan moderno, mira la lámina del agua como si lo estuviera esperando. La oye pasar y mira cómo boquea en cada onda diciendo su nombre.
En su casa, su madre le pregunta y él dice que ha olvidado el trabajo que hizo ayer.
El recuerdo del río pasando pesa sobre su alma gorda. Necesita esperar para poder ser libre. Y necesita ser libre para poder esperar algo distinto.
Y él cree que no tiene tanto tiempo.

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