domingo, 2 de enero de 2011

Tú, que nunca has carecido de nada




Los pasos de tus botas comparten con el silencio de la calle un momento de recuerdos. Subes una calle mal iluminada y encharcada por la lluvia. De lejos ves lo que fue un cine y es una discoteca. Sales a calles con más caminantes, con más luces. Saludas al viejo edificio de Correos y más arriba te mira de reojo un caballero con los ojos vendados. Entras por fin en el bar que vas buscando y con los olores y los colores que te dan la bienvenida te alcanza un puño invisible que te estruja el corazón. Una telaraña fría. Te estruja el corazón y su zumo, en forma de lágrimas, quiere salir por tus ojos.
Pero no dejas que eso pase. Tragas saliva. Bebes la cerveza. Tú solo, igual que hace más de veinte años, cuando era también Nochebuena y querías saber cómo se sentirían los marinos que pasan la Navidad a miles de millas de sus padres.
Tú, que nunca has carecido de nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario