jueves, 31 de marzo de 2011

Aquí comienza todo

En esta parte del mundo ha empezado todo. Varias personas siguen estáticas haciendo cola, esperando a llegar al lugar en el que les dirán qué están esperando. Otros pasan cerca de ellos, cada uno a lo suyo, sin saludarse, sin conocerse. Unos niños han estado antes aquí, jugaban con dos palos a la guerra, ignoraban a los que hacían la cola. La cola ha avanzado un puesto.
En esta parte del mundo ha tenido comienzo todo lo que he visto, todo lo que hay. Desde aquí me he ido alejando por calles conocidas o desconocidas, entrando en bares sórdidos, finos, elegantes, tristes, viejos, con olor a vida o con olor a nada. Desde aquí he salido a conocer a otras personas que también hacían cola, que esperaban la información necesaria para continuar.
Yo he esperado también mi porción de información, mi recado con las instrucciones necesarias. En la ventanilla me dijeron lo que estaba esperando. Lo que tenía que esperar. De allí me fui con los otros de mi fila a otro lugar. Al menos sabíamos lo que buscábamos. Pero al poco tiempo, apenas unos minutos, una hora quizá, nos fuimos organizando en otra cola, una nueva fila que salía de otra puerta. Esperábamos nuestro turno con paciencia, sin hablar, sin comentar nada.
Al final, después de todos estos años, he vuelto a llegar aquí, donde todo comenzó. Estoy en una nueva cola, esperando como un niño, con la ilusión de un niño. Todo ha vuelto a comenzar. Aquí.

jueves, 17 de marzo de 2011

Vuelo de pájaro

Ahora que el amanecer nos deja ver la primera punta del sol anaranjado, echo a volar. Desde aquí veo el mundo de los hombres, sigo su velocidad, su parsimonia, su paciencia y su prisa. Me acerco y los oigo preocupados hablarse de problemas que no llego a comprender, los oigo entusiasmados contarse felices aventuras que no puedo imaginar.
Vuelo sin ellos, porque ellos no me miran. Pero yo, solo yo, no puedo abandonar su compañía. Espero ansioso al sol para volar, volar, volar. Y verlos y notar que siguen ahí abajo. O posarme en un sitio escondido para espiar de cerca el latido de su pecho, la humedad de sus lágrimas, el calor de su pasión.
Sin cansarme jamás, miro sus pasos, vuelo inadvertido entre el olor de sus pasos. Me gusta oír sus voces contándose afanes, ambiciones, anhelos, envidias, odios, desánimos. En su mirada mido su hambre. En su prisa compruebo su deseo. En sus uñas descubro su cansancio.
Nunca me canso de nacer entre los hombres.