jueves, 17 de marzo de 2011

Vuelo de pájaro

Ahora que el amanecer nos deja ver la primera punta del sol anaranjado, echo a volar. Desde aquí veo el mundo de los hombres, sigo su velocidad, su parsimonia, su paciencia y su prisa. Me acerco y los oigo preocupados hablarse de problemas que no llego a comprender, los oigo entusiasmados contarse felices aventuras que no puedo imaginar.
Vuelo sin ellos, porque ellos no me miran. Pero yo, solo yo, no puedo abandonar su compañía. Espero ansioso al sol para volar, volar, volar. Y verlos y notar que siguen ahí abajo. O posarme en un sitio escondido para espiar de cerca el latido de su pecho, la humedad de sus lágrimas, el calor de su pasión.
Sin cansarme jamás, miro sus pasos, vuelo inadvertido entre el olor de sus pasos. Me gusta oír sus voces contándose afanes, ambiciones, anhelos, envidias, odios, desánimos. En su mirada mido su hambre. En su prisa compruebo su deseo. En sus uñas descubro su cansancio.
Nunca me canso de nacer entre los hombres.

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