sábado, 1 de enero de 2011

Sueños: En el desierto




Yo viajo en un tren, pero el tren circula sobre la arena de un desierto muy montañoso, sin raíles. Por eso, los baches que encuentra producen permanentemente saltos sobre los asientos a los viajeros. Yo estoy en un vagón grande, con unos cien asientos, todos ocupados. Mis compañeros de viaje están en silencio.
A mi lado, una señora vieja me va contando cosas sobre su pueblo, sobre su familia. Yo miro por la ventana y veo una o dos personas que nos quieren avisar de algo. Le digo a la señora que se calle, así que ella se enfada y llama al revisor para que me amoneste o me expulse. Pero mi preocupación es otra: ya no son una o dos personas, sino grupos numerosos de personas los que nos quieren avisar del grave peligro que no consigo comprender.
El revisor, vestido como un árbitro de fútbol, me pregunta que si he comido suficiente. Yo le quiero advertir de que estamos en peligro, pero como debo contestarle sobre mi comida y no recuerdo nada, no puedo decirle nada. Por la ventana entra un chico negro gritando que el tren está entrando en zona de peligro. El revisor-árbitro me dice que cierre la ventana, que no haga caso. Me susurra en el oído: "Son locos que no beben durante semanas y dicen locuras".
El tren comienza a flotar, ahora viajamos sobre las aguas de un enorme lago. La señora vieja es ahora mi amiga Pilar que me coge la mano y me dice: "Lo mismo me pasó en Londres".
El revisor le dice: "Es que estamos llegando ya a Londres, señora". Yo miro por la ventana y veo que el paisaje es ahora urbano. Confirmo a Pilar que estamos en Londres. Pero ella está llorando.
Le digo que voy a buscar algo a la cafetería antes de que lleguemos a la estación. Me levanto, me voy y, con una leve sensación de culpa, salgo del tren en marcha abandonando a mi amiga y pensando que yo no puedo hacer nada por ella ni por el tren.

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